LA ESCUELA QUE QUEREMOS

La escuela que queremos. Objetivos de la escuela coeducadora.

Uno de los Principios Educativos que se formulan en el Marco Pedagógico de Heziberri establece que:

La Educación Básica ha de garantizar el derecho a la educación de todas las personas, por lo que, desde un plantea- miento ético en clave de equidad y justicia social, la educación debe proporcionar igualdad de oportunidades sin discriminaciones de ningún género y desempeñar un papel compensador de las diferencias económicas, sociales, culturales y personales. Este presupuesto implica que, tanto la Administración y los responsables educativos como los profesionales y todos los miembros de la comunidad educativa, se guiarán por el principio de la inclusión, pro- moviendo una educación comprensiva y personalizada hasta la finalización de la educación básica y obligatoria. De forma complementaria, ha de ser un reto del sistema educativo conseguir que el mayor número posible de alumnos y alumnas alcance el nivel de excelencia.

Por otro lado, se señalan, entre otras, como Finalidades de la Educación:

b) El desarrollo integral de la persona en todas sus dimensiones: desarrollo físico, cognitivo, comunicativo, social, cultural, moral, afectivo y emocional, estético y espiritual.

Para garantizar lo establecido en el marco normativo es preciso un abordaje integral en la educación básica entendiendo la coeducación como un elemento transversal positivo tanto para chicos como para chicas que garantiza el desarrollo de una educación en igualdad y a su vez la prevención de la violencia contra las mujeres.

La coeducación, a grandes rasgos, podemos definirla como aquella educación que se caracteriza por incorporar la igualdad entre chicas y chicos de manera específica y a su vez como eje transversal. Una de las grandes maestras de la escuela coeducativa, M.ª José Urruzola, la definió como aquella que «consiste en educar a las chicas y a los chicos al margen del género femenino o masculino, es decir, educarlas partiendo del hecho de su diferencia de sexo, potenciando el desarrollo de su individualidad, pero sin tener en cuenta los roles que se les exige cumplir desde una sociedad sexista, por ser de uno u otro sexo» (1995: 267).

Como sostienen también Simón (2000) y Subirats (2010), la coeducación no debe entenderse como sinónimo de escuela mixta. La educación mixta se refiere a aquel modelo educativo que incorpora en el mismo espacio de formación a chicas y a chicos, al mismo tiempo que plantea un mismo modelo curricular para unas y para otros. Compartir un mismo espacio y un mismo currículum no significa que se esté educando «en» y «para» la igualdad.

La coeducación es un modelo educativo cuyo objetivo es la igualdad de derechos, oportunidades, obligaciones, trabajo…entre mujeres y hombres (Luixa Reizabal, 2016). Es educar en igualdad desde las diferencias, con una finalidad muy clara, construir un mundo sin etiquetas, en el que mujeres y hombres estén al mismo nivel, con sus derechos y libertades (Amelia Barquín, 2016).

Uno de los ejemplos más comunes de desigualdad en el sistema educativo es el androcentrismo. Según el DRAE, por androcentrismo entendemos la «visión del mundo y de las relaciones sociales centrada en el punto de vista masculino». Llevada esta definición al sistema educativo, el androcentrismo se materializa en una educación sesgada que coloca lo masculino como principal foco de aprendizaje. A través del lenguaje sexista, de la invisibilización de las mujeres y de su contribución histórica, de la desigual distribución de los puestos de responsabilidad entre mujeres y hombres dentro del sistema educativo, de la implantación de deportes «masculinizados» en los espacios de ocio dentro de los centros, y un largo etcétera. Además, el androcentrismo, como forma de sexismo, es mucho más sutil en la escuela mixta, puesto que se presupone que esta ya lleva implícita la igualdad de género.

Una escuela androcéntrica no educa «en» y «para» la igualdad, educa consciente o inconscientemente «en» y «para» la desigualdad. Como sostiene Marina Subirats (2010), la escuela mixta que tenemos no ha dado solución a los problemas de nuestra sociedad en relación con la igualdad entre mujeres y hombres, con las asimetrías de poder entre unos y otras. Una sociedad democrática e igualitaria como la nuestra, al menos legalmente, debe llevar a cabo una educación no sexista que cumpla con las leyes establecidas. Para alcanzarla, debemos implantar la coeducación como pedagogía, como sistema de enseñanza y aprendizaje.

La coeducación no debe entenderse como una equiparación de las chicas al modelo masculino, caeríamos en el androcentrismo y no estaríamos abordando adecuadamente un modelo educativo no sexista. La coeducación significa una revisión profunda del sexismo que impregna el modelo educativo y, por último, la puesta en marcha de herramientas y de instrumentos para el cambio.

Teniendo en cuenta lo anterior, en la línea de lo establecido en el artículo 29 la Ley 4/2005 de 18 de febrero los principales objetivos que se plantea la escuela coeducativa serían:

  1. Seguir garantizando que la normativa que se elabore en materia educativa de cumplimiento a los mandatos de igualdad y coeducación.
  2. Integrar el saber de las mujeres y su contribución social e histórica en las distintas disciplinas. Ha habido y hay muchas mujeres que han contribuido a cambiar la historia y han sido grandes referentes dentro de sus disciplinas. Rescatarlas, visibilizarlas y darlas a conocer a nuestro alumnado no solo elimina el sesgo de género que se producía al ocultar parte de la realidad, sino que crea referentes femeninos para las chicas, y también para los chicos.
  3. Realizar un uso inclusivo de las imágenes y del lenguaje, que garantice una imagen plural de ambos sexos al margen de roles y estereotipos de género. El uso de un lenguaje y de una imagen que no discriminen no solo en relación con el género, sino también con otros aspectos como la cultura o la opción sexual es un paso esencial para crear una escuela coeducativa.
  4. Garantizar una orientación académico profesional no sexista: A lo largo del proceso de socialización se producen influencias externas a las los jóvenes con el objeto de incidir en su toma de decisiones. Estas influencias pueden venir del propio entorno familiar, amistades, del entorno al que se aspira, y del propio mercado laboral. Así, es necesario hacer consciente al profesorado, alumnado y familias sobre los estereotipos de género que persisten y orientar para desarticular creencias y prejuicios sexistas que pueden estar incidiendo en la orientación.
  5. Incluir la igualdad dentro del currículo oculto y del currículo manifiesto. Desde el currículo manifiesto, entre otras cosas, se trataría de realizar una revisión de los contenidos que se establecen en el sistema educativo, incluyendo aquellas esferas que han sido tradicionalmente femeninas y se han venido invisibilizando, como, por ejemplo, la ética del cuidado, desde una perspectiva feminista. En este sentido, es necesario que los libros de texto incorporen un lenguaje y una imagen inclusivos, así como a mujeres referentes en las distintas áreas de conocimiento. Desde el currículo oculto, se deben revisar las normas, los valores, las actitudes y el comportamiento que el profesorado, la familia y el alumnado llevan a cabo en su interacción con el resto. Es preciso analizar la socialización desigual de género y su influencia en las relaciones que se establecen en los centros educativos.
  6. Incorporar la diversidad en todas sus formas. Atendiendo a que las diferencias que encontramos en los centros escolares no se refieren únicamente al sexo y al género, también están la clase social, la cultura, el país de origen, la religión, la opción sexual, etc. Abordando la práctica educativa desde la coeducación, garantizamos la atención a cada una de estas diferencias evitando las desigualdades.
  7. Promover un uso equitativo de los recursos y los espacios. La distribución y el uso de los espacios y la organización del entorno educativo también juegan un papel relevante en la transmisión de valores y normas sociales. Por ello, es necesario garantizar el uso de los espacios y los recursos de forma equilibrada.
  8. Prevenir de la violencia contra las mujeres y promover el buen trato. La violencia es un componente estructural de nuestras sociedades desiguales, por eso es necesario ser críticas y críticos con las relaciones basadas en esquemas patriarcales de dominio y sumisión, educando en los buenos tratos, desde la ética de la justicia y la ética del cuidado.

La ausencia de la coeducación produce una educación no solo sesgada, sino sexista. La escuela, el centro educativo, es el espacio principal por el que pasamos todas y todos durante un largo período de nuestra vida. La educación ha de tener en cuenta la diversidad con la que cuentan sus aulas y su alumnado, desde un enfoque holístico (alumnado LGBTI, alumnado con necesidades educativas especiales, alumnado con distintos modelos de aprendizaje, alumnado que proviene de distintos niveles socio-educativos, alumnado migrante, etc.).

Una escuela coeducativa al educar «en» y «para» la igualdad, está educando en el respeto, en la convivencia, en la transformación de conflictos y en la no-violencia. Cuando dentro de un centro o de un aula negamos o no tenemos en consideración la igualdad de manera adecuada, surgen conflictos que debemos abordar, pero ante los que muchas veces no encontramos herramientas. En este sentido, una de las principales perspectivas que debemos tener en cuenta para el análisis de los conflictos es la coeducativa. Detrás de muchos de ellos, está la socialización desigual de género, que podemos entender de manera general como la manera en que educamos a chicas y a chicos teniendo en cuenta unos estereotipos y unos roles diferentes para unas y para otros. Como sostiene De Miguel (2015), la educación del rosa y del azul sigue hoy en día muy presente.

Se da una desigual socialización entre chicos y chicas, de manera que a los chicos (a una gran mayoría, no a todos) se les encamina al no dialogo, a la no empatía, a la fuerza y a la violencia como instrumentos válidos en el abordaje de sus conflictos y a la falta de respeto hacia quienes creen inferiores (chicas, chicos que no cumplen con los mandatos de la masculinidad hegemónica, personas con otras orientaciones sexuales, etc.). Más aún, los chicos se socializan viendo dibujos y jugando a videojuegos en los que la violencia es un elemento cotidiano. Si esta violencia forma parte de su socialización, ¿cómo la podemos trabajar? La respuesta es sencilla, aunque no fácil: «deconstruyendo» la socialización desigual de género y mostrando nuevas masculinidades igualitarias. Este hecho, que, como comentamos, no es simple, es una de las bases de la prevención de la violencia contra las mujeres.

La pedagogía coeducadora, el trabajo «en» y «para» la igualdad, previene la violencia contra las mujeres (no olvidemos los datos recogidos en el último informe de 2018 de Emakunde, en el que se recoge que la principal violencia que sufren las mujeres de menos de 18 años es la violencia intrafamiliar y la violencia sexual y que cabe considerar que tres de cada diez víctimas adolescentes (de entre 14 y 17 años) fueron agredidas por su pareja o expareja, así como la LGTBI fobia, el acoso y el ciberacoso, los problemas de racismo, etc. Fomenta las relaciones entre iguales y diferentes, prepara para una sociedad igualitaria, justa y respetuosa.